Los muertos vivos, los muertos muertos...
Hoy día, sin sorprender a nadie - y aburriendo un poco, seamos sinceros - algunos medios siguen "sacándole el jugo" a Ciro Castillo. Falleció hace varios meses, quedó claro para la justicia que Rosario Ponce no es una delincuente, el padre entró a la categoría de héroe y algunos huachafos arequipeños se consiguieron otro santo a quien rezarle.
La novela continúa, y Rosario Ponce amenaza con incursionar en la literatura. Por lo poco que ha mostrado debería dedicarse a la cosmetología o a coleccionar osos de peluche.
Y la prensa, cínica, patética, sigue disfrutando el momento, y publicando titulares, y echando leña al fuego, sonsacando declaraciones al límite para mantener vivo el tema. Fácil es no pensar, no esmerarse, y conseguir armar un periódico de medio pelo con esta noticia que tiene meses de vieja.
Hace más de dos años que el Mayor Bazán desapareció, en cumplimiento de su deber, en la selva, durante los enfrentamientos por el conflicto de Bagua. Murió porque un delincuente quería vender la selva a como dé lugar. Y porque sus superiores no procesados fueron irresponsables. Su cuerpo nunca apareció. Su padre no ha descansado pidiendo justicia. La en ese entonces ministra del interior Mercedes Cabanillas debería ir presa por esta y las otras muertes, pero no, no hay cómo.
El Mayor Bazán, que tiene una cercanía a lo heróico más clara que el joven Ciro - del que no sé nada, salvo que era buen hijo - a la beatitud, tiene mala suerte. Tiene la mala suerte de tener una vida recta y ningún escándalo a su espalda. Nunca engañó a nadie, nunca golpeó a nadie, nunca le sacó la vuelta a nadie. Nunca hizo nada malo, nadie sabe nada de su pareja. En fin, nada que la prensa basura disfrute. Nada que la prensa basura limeña pueda tomar como punto de partida para sacar titular tras titular como sí a Ciro Castillo, hasta que el padre encuentre el cuerpo.
Walter Oyarce está muerto. Y nada lo va a resucitar. Vivirá en sus amigos, en su familia, pero no en la prensa. Vivirá como una lamentable muerte que nunca fue tomada en serio. Los medios se encargaron de convertir a Oyarce en un fantasma. No será la bandera que ondeará la gente para vencer al fracasado fútbol peruano que casi siempre incita a la violencia. No será - todavía no - el icono que acompañará la lucha por estadio vacíos hasta que hayan clubes decentes en el Perú. Es un fantasma, todavía. Estará vagando en el limbo junto a Paola Vargas y otros tantos hasta que el camino correcto sea el camino de todos.
Podría decir que son tres muertos. En verdad se trata de un vivo y dos muertos. Un muerto al que la prensa mantiene vivo, y dos muertos que muchos no quieren que salgan a flote. Un muerto que ya debería descansar, pero cuyo padre está pagando favores a la prensa; dos muertos que podrían ser banderas, pero sólo son muertos enterrados por la prensa. Sólo son muertos muertos